martes, 4 de septiembre de 2012



Desde que ocurrió aquello, ya nada es igual. Todo ha cambiado. Todo es diferente. Ahora, veo la vida desde un ángulo diferente. Cada día es una bendición, cada hora, cada minuto… Todo el pasado se queda en lo que es, pasado. Lo presente se vive al máximo, y el futuro, se vivirá como es debido. Mientras, intento mirar desde aquel día. Doscientas personas, dejaron de existir. Y él y yo, junto con otras veintidós personas, seguimos viviendo. Es extraño, siempre piensas que le puede ocurrir a cualquier otro, pero no, te puede pasar a ti. Con sólo veinte años vividos, hemos sobrevivido a una de las mayores catástrofes. Los dos. Una simple pareja. Un acontecimiento que te provoca pensar en que no es el momento de marchar, de vivir hasta el último momento, y de estar juntos. Después de lo ocurrido, los sobrevivientes suelen tener miedo hacia lo que les ha producido el accidente, pero yo no. Si sigo aquí, es por algo. No voy a dejar de viajar sólo por lo que pasó hace unas semanas. Tal vez viva para viajar, para descubrir lugares y tradiciones, la gastronomía y gente, nunca pararé. ¿De verdad voy a vivir con un miedo que me impida hacer lo que más me gusta? La vida me da una segunda oportunidad, y, cuando hace este regalo, se debe aprovechar, porque nunca se sabe hasta qué momento seguirás viviendo.