martes, 6 de septiembre de 2011

Soñé contigo, por vez indefinida, soñé que me rechazabas, por decima vez y que aún así, te fijabas en que hacía y que no. Y cada vez que decía algo acotabas lo mucho que no me necesitabas. Pero el hecho de que no estés presente en mi vida, físicamente, no quiere decir que de otras formas no lo estés. Justo hoy, después de haberte visto en ese mundo que aún sin que sepas seguimos compartiendo, me levanté con la convicción de que te veré, de que te dejare una carta bajo la puerta y esperaré lo mejor. Lo mejor de mí, para ti. Y podré sentir eso que sentía a tu lado, que sentía cuando me hablabas y me daban tembleques que me hacían sonreír de felicidad, esa felicidad que te cala los huesos y el alma podría con mucha simpleza deshacerse de tu cuerpo porque lo tienes todo. Me levanté pensando en que me olvide de decirte que si alguna vez lloré al teléfono, no te fue de angustia, fue de felicidad por haberte encontrado. 

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